En un barco, como en cualquier otro tipo de embarcación, encontramos muchos componentes fundamentales para su correcto funcionamiento que responden a una nomenclatura particular. Uno de esos componentes es la driza.
La driza forma parte de lo que se conoce como la jarcia de labor. Son todos los cabos y aparejos que emplearemos durante la navegación.
Cabe mencionar que, además de la jarcia de labor, existe también la jarcia firme, esto es, los cabos que normalmente no varían de posición durante el uso del barco.
La driza es, por lo tanto, un tipo de soga, un cabo náutico trenzado. Su principal función dentro de nuestro navío no será otra que izar. De este cabo depende, por tanto, que nuestro navío avance o permanezca detenido. De hecho, existe el término adrizado, que hace referencia a un barco que no está escorado, y también adrizar o enderezar un navío.
Un velero contará con drizas en todos sus mástiles, esto es, en todos los palos que sujetan las velas. La driza es un cabo doble: se extiende desde la base del mástil hasta su punto más alto, donde está amarrada a una polea. Los extremos de las velas se llaman puños, y el punto concreto en el que la driza sujeta la vela se denomina puño de driza. Desde ahí, baja de nuevo y se ata a un agujero en la vela correspondiente.
El funcionamiento básico de una driza es sencillo y fácilmente comprensible: si estiramos de este cabo, la vela sube o se iza. De esta manera, el velamen queda desplegado y el velero puede navegar, impulsado por la resistencia que la vela opone al viento. No obstante, para que la vela se mantenga en la posición deseada, deberemos atar nuestro extremo de la driza a algún sitio. De lo contrario, la vela se plegará de nuevo por el efecto de su propio peso. y el navío, privado de impulso, se detendrá.
En un barco, todos los elementos de cabullería cumplen una función, y por lo tanto son importantes para la navegación y deben ser de primera calidad, no cabe duda de ello. Pero la driza tiene un papel fundamental: es un cabo que realiza mucho trabajo y soporta un gran peso, así que debe ser extremadamente resistente para que no ceda ni se falte (es decir, se rompa). La vela debe permanecer firme y en su sitio en todo momento, y ese, nada menos, es el trabajo de la driza.
La fuerza del viento, y por lo tanto su efecto sobre los componentes de un barco, no debe ser subestimada. En un velero, el viento se convierte en un auténtico motor natural que por medio de una presión constante y un efecto de succión genera el equivalente a muchos caballos de potencia.
Lo más habitual es que las drizas estén fabricadas en poliéster, bien completamente, bien con un alma de poliéster recubierta por otro material. Como materia prima para elaborar elementos de cabullería, el poliéster presenta una serie de útiles e interesantes cualidades: alta carga de trabajo, bajo estiramiento e inestimable resistencia al agua salada, la luz del sol y el rozamiento, los tres principales enemigos de cualquier soga en el mar.
Otro material muy utilizado para elaborar drizas es el polietileno modificado (UHMPWE / Dyna), un material sintético compuesto por fibras modificadas muy ligeras y con una resistencia superior incluso a la del acero. El polietileno normalmente se usa como alma de la soga, recubierto por una funda de otro material que sirve para protegerlo de los elementos.
Como es natural, al final serán las características de nuestra embarcación, y particularmente sus velas (tamaño, forma, distribución, etc.), las que determinen el tipo de drizas que necesitamos.
En cualquier caso, independientemente del material por el que nos decantemos, la driza es un cabo que nos exigirá un mantenimiento meticuloso y revisiones constantes, ya que, como hemos comentado, es una de las principales responsables, no ya de la buena marcha de la navegación, sino del simple hecho de que nuestro barco consiga moverse.
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